Solo se conoce al hombre en las dificultades por Carlos Balladares

La novela “Suite Francesa” de la escritora ucraniana-judía-francesa Irène Némerovsky (1903-1942), me fue recomendada por la profesora Sandra Timaure al conocer mi pasión por la Segunda Guerra Mundial. Se lo agradezco, porque para mí ha sido un grato descubrimiento. Al leer el prólogo escrito por Myriam Anissimov – en la versión del 2005 de la editorial Salamandra -, quedé admirado por la vida de la autora y; especialmente por el hecho que sus hijas: Denise (1929) y Élisabeth (1937), cuidaran una maleta que llevaba, entre los recuerdos de su madre, lo que creían era su diario pero que en verdad era una novela escrita en letra muy pequeña. Dicha maleta nunca fue abandonada por las niñas, a pesar de que ellas padecían la persecución de los gendarmes franceses, y tuvieron que cambiar de refugio en varias ocasiones. La edición cuenta además con 60 páginas de cartas de la autora que describen cómo iba ordenando la novela.Suite Francesa

Anissimov cuenta que Némerovsky usaba una técnica novelesca inspirada en el estilo de Iván Turgueniev, la cual consistía en escribir el relato con las reflexiones que este le inspira sin suprimir nada, al mismo tiempo que hacía perfiles muy detallados de cada uno de sus personajes. Luego subrayaba con dos lápices (azul y rojo) los rasgos esenciales de los personajes que conservaría y pasaba a la composición definitiva de la novela, la cual pasaba por varias revisiones (p. 16).

“Suite Francesa” pretendía ser una gran obra de mil páginas compuesta en 5 partes, lamentablemente solo pudo escribir las dos primeras que forman la novela. En la primera “Tempestad en junio” describe un conjunto de familias de la Francia de 1940 y cómo asumen la huída del invasor alemán, huída hacia el sur que no servirá de nada sino para sacar lo peor de cada quien. Cada familia describe una forma de ser francés, no responde solo a su grupo social. Es también un carácter, una manera de comprender el país.

Si intentamos encontrar algo que una a todas las familias descritas, podemos señalar que es la tragedia y la frustración de la derrota. Nadie puede creer que el país victorioso de la Primera Guerra haya sido derrotado en tan poco tiempo y sin casi combates. Huyen pero no saben a dónde, y en las carreteras y pueblos se pierde toda moralidad y todo principio, pero no totalmente. Es así como conseguimos idealistas como el joven Péricand que intenta unirse al ejército pero todo le sale mal, porque ya no existe ejército; es la desbandada. Sueña con el sacrificio heroico por la patria, para luego darse cuenta que no puede hacer nada. Poco a poco, las historias de cada familia se empiezan a mezclar. En algunos casos expresan el odio de clases, otras sola las frustraciones de cada persona.

En la segunda parte se describe de una manera magistral la realidad del “colaboracionismo” (cooperación con el ejército de ocupación alemán desde 1940 a 1941), especialmente desde la perspectiva de las mujeres. Ellas se encontraban sin sus maridos y tuvieron que aceptar, en muchos casos, el tener que ceder algún cuarto o espacio de sus casas a los soldados u oficiales alemanes. Estos son descritos por la autora como educados, cultos y atractivos; a pesar de la natural prepotencia de todo conquistador. Al final, la ocupación de Francia no fue solo una derrota militar sino también la conquista de muchas de sus mujeres.

La novela logra mostrar, a través de un momento de la Segunda Guerra Mundial, el anhelo de todos los seres humanos por vivir las pequeñas alegrías de la vida aunque se esté en medio de una gran tragedia. “Todos sabemos que el ser humano es complejo, múltiple, contradictorio, que está lleno de sorpresas, pero hace falta una época de guerra o de grandes transformaciones para verlo. Es el espectáculo más apasionante y más terrible del mundo. El más terrible porque es el más auténtico. Nadie puede presumir de conocer el mar sin haberlo visto en la calma y en la tempestad. Sólo conoce a los hombres y las mujeres quien los ha visto en una época como ésta. Sólo ese se conoce a sí mismo.” (pp. 410-411).

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